A lo largo de estos años, acompañando procesos y crisis personales, he observado, comprendido y admirado la fragilidad y fortaleza del ser humano.
Somos seres muy sensibles y lo que nos ocurre o no nos ocurre durante la infancia y adolescencia, nos impacta, marca y condiciona durante el resto de la vida.
Somos unos auténticos supervivientes que, a pesar de vivir experiencias adversas de todo tipo y envergadura, encontramos recursos y herramientas para prosperar.
También he observado a muchos supervivientes con ”niños interiores”, marcados y heridos, necesitados de atención o con herramientas de supervivencia que se han convertido en sus peores enemigos.
Las crisis personales son un momento y una oportunidad para revisar, comprender y transformar este tipo de situaciones. Y para ello será necesario conectar y contar con nuestra fragilidad y fortaleza.