Los niños, desde su más tierna infancia, anhelan el amor de sus padres.
Cuando no reciben este amor, nunca dejan de buscarlo en sus padres de maneras muy distintas.
Donde si dejan de buscarlo es en ellos mismos.
De este modo, se convierten en adultos hambrientos de amor y carentes de amor propio, buscando fuera lo que ya tienen dentro.